Contribución al problema de la elección de neurosis (1913)
Freud va a tratar acá dos temas...
El problema de la elección de neurosis: en tempranos exámenes de la cuestión pueden verse dos soluciones, ambas postulan para la neurosis una etiología traumática. Por un lado la teoría de la pasividad y la actividad (experiencias sexuales pasivas de la primera infancia predisponen a la histeria y, las activas, a la NO). Freud dejo esta teoría después.
La segunda teoría le daba influencia decisiva a factores cronológicos. La forma adoptada por la neurosis dependía del periodo de la vida en q había tenido lugar la vivencia traumática, o bien del periodo en el q se iniciaba una acción defensiva contra el reavivamiento de dicha vivencia (dependía de la naturaleza de la oleada, de su deslinde en el tiempo).
Pero luego, en 1899 dice q depende de la edad en q ocurrieron los traumas sexuales, de la edad q se tenía al vivenciar. Aquí se aproxima a lo q dijo en 3 ensayos, el proceso del desarrollo sexual le sugería una nueva versión de la teoría cronológica, la de una sucesión se “lugares de fijación” en q ese proceso puede quedar detenido, y hacia los cuales es posible q haya una regresión si se presentan dificultades en la vida.
El segundo tema es la importancia de las organizaciones pregenitales de la libido: lo nuevo acá es q en el desarrollo sexual hay fases regulares en q una u otra de las pulsiones parciales domina el cuadro integro. Acá solo habla de la fase anal sádica. Pero ya había discernido dos previas, pero no las había caracterizado con ninguna pulsión (autoerotismo, 1905; y narcisismo, 1911), y faltaban dos fases más, la oral (la describe en 1915) y la fálica (ya no pregenital, descripta en 1923).
Hay dos causas q cuentan para las neurosis: las q trae el ser humano consigo (causas constitucionales), y las q la vida le trae (causas accidentales), y la regla es q solo su conjugación produce la causación patológica. Pues bien, las causas decisorias en la elección son siempre las primeras, o sea, son las predisposiciones, independientes de las vivencias de efecto patógeno.
Las funciones psíquicas q entran en cuenta (funciones yóicas y función sexual) tienen q recorrer un largo y complejo desarrollo hasta alcanzar el estado de la persona normal. Pues bien, toda vez q un fragmento se quede en el estadio anterior, se produce uno de los llamados “lugares de fijación”, a los cuales la función puede regresar en caso de q se contraiga enfermedad por una perturbación exterior.
Ahora bien, el orden en q se citan las psiconeurosis (histeria, NO, paranoia, dementia praecox) corresponde a la secuencia temporal con q tales afecciones irrumpen en la vida. Las formas patológicas de la histeria pueden observarse en la primera infancia, las de la NO en el segundo periodo (6 a 8 años), las otras dos psiconeurosis (las parafrenias) aparecen después de la pubertad y en la madurez. Los caracteres de estas últimas (manía de grandeza, extrañamiento del mundo de los objetos, dificultad de transferencia) nos obliga a inferir q la fijación q predispone a ellas se debe buscar en un estadio del desarrollo libidinal anterior al establecimiento de la elección de objeto, o sea, en la fase del autoerotismo y del narcisismo.
De acuerdo con esto, la predisposición a la histeria y la NO (las neurosis de transferencia), de más temprana formación de síntoma, se situarían en las fases posteriores del desarrollo libidinal.
Yo al comienzo había distinguido solo la fase del autoerotismo (pulsiones parciales singulares q cada una por si, busca su satisfacción de placer en el cuerpo propio) y luego la síntesis de todas las pulsiones parciales en la elección de objeto, bajo el primado de los genitales y al servicio de la reproducción.
El análisis de las parafrenias nos llevo a intercalar en el medio un estadio de narcisismo en q la elección de objeto ya se ha consumado, pero el objeto coincide con el yo propio. Y ahora inteligimos un posterior estadio previo a la plasmación final: en él, las pulsiones parciales ya se han reunido en la elección de objeto, y éste ya se contrapone a la persona propia como objeto ajeno, pero no está instituido el primado de las zonas genitales. Las pulsiones parciales q gobiernan esta organización pregenital de la vida sexual son, más bien, las anal-eróticas y sádicas.
Examinemos el orden sexual pregenital:
a. Es un gran papel el q el odio y el erotismo anal desempeñan en la sintomatología de la NO toda vez q estas pulsiones parciales asumen en la neurosis la subrogación de las pulsiones genitales.
b. La oposición de masculino-femenino (introducida por la función de reproducción) no está presente en el estadio de la elección pregenital de objeto. En vez de ella, hallamos la oposición entre aspiraciones de meta activa y de meta pasiva (q más tarde se suelda con la oposición de los sexos). La actividad es sufragada por la pulsión ordinaria de apoderamiento, “sadismo”. La corriente pasiva es alimentada por el erotismo anal, cuya zona erógena corresponde a la antigua cloaca indiferenciada. Un acusado relieve de este erotismo anal en el estadio de la organización pregenital deja en el varón, cuando alcanza el estadio siguiente de la función sexual, la del primado de los genitales, una sustantiva predisposición a la homosexualidad.
c. En el desarrollo del carácter tropezamos con las mismas fuerzas pulsionales q en el desarrollo de las neurosis. Pero falta en el primero, lo peculiar del mecanismo de las neurosis, el fracaso de la represión y el retorno de lo reprimido. En el caso de la formación de carácter, la represión no entra en acción, o bien alcanza bien su meta de sustituir lo reprimido por unas formaciones reactivas y unas sublimaciones.
Ahora bien, es sabido q las mujeres, después de resignadas sus funciones genitales, alteran su carácter (se vuelven peleadoras, martirizadoras, querellonas, mezquinas y avaras) o sea, muestran típicos rasgos sádicos y anal-eróticos q no tenían antes, en la época de la feminidad.
Esta mudanza del carácter corresponde a la regresión de la vida sexual al estadio pregenital en el q hallamos la predisposición a la NO. Entonces esa mudanza no solo es la precursora de la fase genital, sino su sucesora y su relevo, después q los genitales han cumplido su función.
d. Respecto de la pulsión de saber, podría sustituir directamente al sadismo en el mecanismo de la NO. Es q ella, en el fondo, es un brote sublimado, elevado a lo intelectual, de la pulsión de apoderamiento; y su rechazo en la forma de la duda conquista un gran espacio en la NO.
Y en cuanto a la predisposición histórico-genética a la neurosis, sabemos q solo queda completa cuando toma en cuenta la fase del desarrollo yóico en q sobreviene la fijación, a la vez q la fase del desarrollo libidinal.
Un apresuramiento en el tiempo del desarrollo yóico respecto del libidinal se anota en la predisposición a la NO, y obliga a una elección de objeto desde las pulsiones yóicas, mientras la pulsión sexual no ha alcanzado todavía su plasmación ultima, así, deja como secuela una fijación en el estadio del orden sexual pregenital.
Si se tiene en cuenta q los neuróticos obsesivos desarrollan una hipermoral para defender su amor de objeto contra la hostilidad q tras ese amor acecha, entonces se puede suponer un grado de esta anticipación del desarrollo yóico como típico de la naturaleza humana, y así queda fundada la aptitud para la génesis de la moral en la circunstancia de q el odio es el precursor del amor.
e. En cuanto a la histeria, nos resta el vínculo con la última fase del desarrollo libidinal (primado de los genitales) y la introducción de la función reproductora. En la histeria, es esta adquisición la q sucumbe a la represión, a la cual no se conecta una regresión al estadio pregenital.
Pero también en la histeria hay una regresión: la sexualidad de la niña esta bajo el imperio de un órgano rector masculino (el clítoris) y se comporta como un varoncito. Una última oleada de desarrollo, en la pubertad, remueve esa sexualidad masculina y eleva a la vagina, derivada de la cloaca, a la condición de zona erógena dominante. Es muy común q en la histeria sobrevenga una reactivación de esta sexualidad masculina reprimida, y contra ella se dirige luego la lucha defensiva de las pulsiones acordes con el yo.
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