martes, mayo 24, 2011

DEL COMPLEJO DE EDIPO


1

La fase preedípica y el Edipo hablan de q el niño asuma el falo como significante, y q haga de él instrumento del orden simbólico de los intercambios, rector de la constitución de los linajes. Se trata de q enfrente al orden q hará de la función del padre la clave del drama.

Si la teoría analítica asigna al Edipo una función normativizadora, no basta con q conduzca al sujeto a una elección objetal, sino q además la elección debe ser heterosexual. Y no basta con ser heterosexual para serlo de acuerdo a reglas (hay toda clase de heterosexualidad aparente). Por lo tanto, no basta con q el sujeto alcance la heterosexualidad tras el Edipo, sino q el sujeto debe alcanzarla de forma q se sitúe correctamente respecto a la función del padre.

Hay una mayor simplicidad de la posición femenina en el desarrollo preedípico. La niña ha situado el falo en mayor o menos medida, o se acerco a él, en el imaginario donde está inmersa, en el más allá de la madre. La cuestión entonces es el deslizamiento de este falo de lo imaginario a lo real.

La niña encuentra el pene allí donde esta, más allá, en aquel q puede darle un hijo, en el padre. Por no tenerlo como pertenencia, e incluso por haber renunciado a él, podrá tenerlo como don del padre. Por esta razón la niña entra en el Edipo, por su relación con el falo. Luego el falo solo tendrá q deslizarse de lo imaginario a lo real por una especie de equivalencia.

Ahora ya hay fijación al padre como portador del pene real, como capaz de dar realmente el hijo, y para ella esto es ya suficientemente consistente como para poder decir a fin de cuentas q el Edipo, como camino de integración en la posición heterosexual típico, es mucho más simple para la mujer.

El padre para ella es de entrada objeto de su amor (o sea, objeto del sentimiento dirigido al elemento de falta en el objeto, porq a través de esta falta es como se ve conducida hasta el objeto q es el padre), este objeto de amor se convierte luego en dador del objeto de satisfacción. Luego solo se requiere paciencia para q el padre sea sustituido al fin por alguien q desempeñara exactamente el mismo papel, el de un padre, dándole efectivamente un hijo.

Esto implica un elemento q da su estilo particular al desarrollo del superyó femenino. En ella se da una especie de contrapeso entre la renuncia al falo y el predominio de la relación narcisista. Una vez efectuada la renuncia, el falo se convierte en pertenencia de aquel a quien desde entonces dirige su amor, el padre, de quien ella espera ahora efectivamente el hijo. Esta espera de lo q en adelante ya no es para ella sino algo q se le debe dar, la deja en una dependencia muy particular q hace surgir paradójicamente fijaciones propiamente narcisistas.

Ene l caso del chico, la función del Edipo está más claramente destinada a permitir la identificación con su propio sexo, q se produce en la relación ideal, imaginaria, con el padre. Pero no es esta la meta del Edipo, sino la situación adecuada del sujeto con respecto a la función del padre, o sea, q él mismo acceda un día a esa posición de ser un padre.

Ahora bien, en verdad nadie ha sido “el padre” nunca por entero. Dialécticamente suponemos q en alguna parte hay alguien q pueda sostener esa posición del padre plenamente. Esa suposición es esencial para cualquier progreso en la dialéctica edípica.

2

Juanito plantea preguntas q refieren no solo a su hace-pipi sino al de los seres vivos, en particular los q son más grandes q él. Por orden le plantea la pregunta primero a la madre, luego al padre, y después se alegra de haber visto el hace-pipi del león. Entonces, antes de la aparición de la fobia, observa q si su madre lo tiene se tendría q ver. En efecto, una noche la espía mientras se desnuda y le dice q si lo tuviera habría de ser tan grande como el de un caballo.

Se trata de un esfuerzo de perecuación (comparación, poner en equilibrio), entre una especie de objeto absoluto, el falo, y su puesta a prueba en lo real. No se trata del todo o nada. Hasta ahora jugaba al juego del escondite, el falo no estaba nunca donde se lo buscaba y no estaba nunca donde se lo encontraba. Ahora se trata de saber donde está verdaderamente.

Hasta ahora era el niño q simulaba, o jugaba a simular. No es casual q el primer sueño donde interviene un desplazamiento, escenifica un juego de prendas. La dialéctica imaginaria esta toda ahí. Tras el nacimiento de Hanna Juanito adopta un montón de niñitas imaginarias y les hace todo lo q se le puede hacer a un niño. Realmente el juego imaginario está ahí completo. Se trata de toda la distancia a franquear entre el q simula y el q sabe q existe una potencia.

Lo q se desarrolla en el acto de comparación no nos hace salir del plano imaginario. El juego prosigue en el plano del señuelo. El niño se limita a añadir el modelo materno, q sigue siendo homogéneo en lo esencial. Así es como se inicia para él la dialéctica del Edipo. La introducción de la imagen materna bajo la forma ideal del yo, nos deja en la dialéctica imaginaria, especular. Su sanción no nos saca de ese “el o yo”. No salimos del plano del señuelo.

Como resultado vemos salir el síntoma, la manifestación de la angustia. Pero conviene separar bien angustia de fobia. Una viene después, en auxilio de la otra. El objeto fóbico viene a cumplir su función sobre el fondo de la angustia. Pero en el plano imaginario nada permite concebir el salto q puede sacar al niño de su juego tramposo con la madre (del todo o nada, suficiente o insuficiente).

Este es el esquema primero, de la entrada en el Edipo, la rivalidad casi fraterna con el padre. La agresividad en cuestión es del tipo de las q entran en juego en la relación especular (o yo o el otro). Por otra parte, la fijación a la madre, convertida en objeto real tras las primeras frustraciones, sigue igual.

Así es como se introduce esa “degradación de la vida amorosa”… por el vinculo permanente del sujeto con aquel primitivo objeto real q es la madre como frustrante, todo objeto femenino será para el tan solo un objeto desvalorizado, sustituto, forma quebrada, refractada, siempre parcial, con respecto al objeto materno primero.

Normalmente la resolución del complejo de Edipo forma parte de su naturaleza. Y el hecho de q la hostilidad hacia el padre pase a un segundo plano puede relacionarse con una represión. Pero bien, hay una declive del complejo, una crisis, una resolución, y como resultado en el inconsciente deja un superyó.

Ahora bien… el niño ofrece a la madre el objeto imaginario del falo, para satisfacerla completamente, y a modo de señuelo. Este exhibicionismo frente a la madre solo tiene sentido si hacemos intervenir junto a la madre a un Otro, q ve el conjunto de la situación. Su presencia esta supuesta ya por el hecho de la presentación y también el de la ofrenda a la madre.

Para q exista el Edipo, es en ese Otro donde debe producirse la presencia de un término q hasta entonces no había intervenido, a saber, alguien q siempre y en cualquier circunstancia, está en posición de jugar y ganar. Alguien capaz de responder en cualquier circunstancia, y su respuesta es en todo caso el falo, el verdadero, el pene real, es él quien lo tiene. Él es quien tiene el triunfo y sabe q lo tiene. Se introduce en el orden simbólico como un elemento real, inverso respecto de la primera posición de la madre, simbolizada en lo real por su presencia y ausencia.

Hasta ahora el objeto estaba y no estaba a la vez. Este era el punto de partida del sujeto con respecto a todo objeto, un objeto estaba a la vez presente y ausente, y siempre se podía jugar a la presencia o ausencia de un objeto. Desde este momento decisivo, el objeto no es ya el objeto imaginario con el q el sujeto puede hacer trampa, sino un objeto tal, q siempre está en manos de otro mostrar q el sujeto no lo tiene, o lo tiene en forma insuficiente. Si la castración juega este papel esencial es porq es necesaria para la asunción del falo materno como objeto simbólico. Solo partiendo del hecho de q es privado del objeto por quien lo tiene y sabe q lo tiene, el niño puede concebir q ese mismo objeto simbólico le será dado algún día.

O sea, la asunción del propio signo de la posición viril, la de la heterosexualidad masculina, implica como punto de partida la castración.

Precisamente porq el macho, a la inversa de la posición femenina, posee un apéndice natural, porq detenta el pene como una pertenencia, le viene de otro en esta relación con lo q es real en lo simbólico (aquel q es verdaderamente el padre). Por eso nadie puede decir q significa ser padre en verdad. Solo el juego jugado con el padre, el juego del “gana el q pierde” le permite al niño conquistar la vía por la q se registra en él la primera inscripción de la ley.

3

El padre simbólico no está en ninguna parte. No interviene en ninguna parte. Tótem y tabú es un mito moderno, construido para explicar “donde está el padre”. Sirve para decirnos q, para q subsista algún padre, el verdadero padre, el padre único, ha de haber estado antes de la historia y ha de ser el padre muerto. Más aun, el padre asesinado.

La esencia se basa en una noción estrictamente mítica: la eternización de un solo padre en el origen, con la característica de haber sido asesinado, y esto, para conservarlo.

Este padre mítico nos enseña a q apuntaba Freud con la noción del padre. Se trata de algo q no interviene en ningún momento de la dialéctica, salvo por mediación del padre real, el cual en un momento cualquiera vendrá a desempeñar su papel y su función, permitiendo vivificar la relación imaginaria y dándole su nueva dimensión.

El fin del complejo de Edipo es correlativo de la instauración de la ley como reprimida en el inconsciente, pero permanente. Solo así hay algo q responde en lo simbólico. La ley se basa en lo real, bajo la forma de ese núcleo llamado superyó q queda tras el complejo de Edipo. Bajo esta forma real se inscribe la conciencia moral.

Este superyó tiránico, paradójico y contingente, es por sí solo, incluso en los no neuróticos, el significante q marca, imprime, estampa en el hombre el sello de su relación con el significante. (Incluso hay muchos más, y eso se llama los síntomas).

En Juanito, la clave está en q a pesar de todo el amor, la inteligencia y amabilidad del padre, no hay padre real.

Toda la secuencia del juego se desarrolla en la trampa de la relación de Juanito con su madre, q acaba siendo insoportable, angustiosa, intolerable, sin salida. O él o ella, o el uno o el otro, y nunca se sabe cual, la jirafa grande o la pequeña. (La jirafa grande se sitúa como incluida en las pertenencias de la madre, y entonces se plantea la cuestión de saber quién la tiene y quien la tendrá).

Entonces, gracias a la intervención sancionadora de la castración, los elementos imaginarios adquieren estabilidad en lo simbólico, donde se fija su constelación. Pero más allá de lo q el padre real autoriza, en lo q refiere a la fijación de la elección, más allá de esa elección es donde se encuentra aquello a lo q siempre se aspira en el amor… no el objeto legal, ni el de satisfacción, sino el ser, o sea, el objeto aprehendido en lo q le falta.

1 comentario:

Anónimo dijo...

muy bueno

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